Entonces señaló al horizonte y susurró en voz baja: "Allá donde el cielo y la tierra se juntan... Allá". Sin comprender caminé sobre las aguas, transité dunas y montañas, y seguí pie tras pie. De repente volví la mirada a mis pies y ahí estaba, de nuevo, en el mismo lugar donde empecé.
"Allá", volvió a decir. Pero esta vez no le hice caso.
[...]
Eventualmente me di cuenta que señalaba una estrella.
El clamor de su corazón palpitante en el firmamento. Y sin quererlo, sin temerlo, sin pedirlo ni decirlo me rendí.
Me rendí por vez primera.
Y por fin morí. A su lado morí.